Esta historia comienza con un viaje al pasado. Renata Reinheimer, Co-Fundadora de Infira, en su rol de investigadora se dedica a comprender las bases biológicas de la diversidad en el reino vegetal. En este espacio de creación del conocimiento, junto a su equipo de trabajo, buscan encontrar aquellos mecanismos de la selección natural para descubrir tendencias a nivel evolutivo.

Uno de los descubrimientos se convertiría en la base para la creación de una Empresa de Base Científico-Tecnológica (EBCT) que busca promover una agricultura competitiva y sostenible. En palabras de Renata, “Identificamos un grupo de genes que extienden la vida de las plantas y promueven la producción tanto de semillas como de biomasa”. Estos genes estaban involucrados en la tendencia elegida por la naturaleza: la perennidad.

El 95% de las 300.000 especies de plantas que se conocen son perennes o de ciclo de vida largo. Esto es así, porque la naturaleza las prefiere por sobre las anuales (o de vida corta) dado que aquellas suponen un gran número de ventajas ambientales: están en perfecta armonía con el ecosistema, son excelentes recicladoras de nutrientes, protegen el suelo de la erosión, fijan mayor carbono en el suelo y son refugio para la biodiversidad.

Comprender la diversidad y su valor en procesos que han transformado nuestro ecosistema a lo largo de los años representó un gran logro y también una oportunidad. Transferir este conocimiento a soluciones sostenibles para el agro se convirtió en una misión, que Renata llevaría adelante en equipo y con mucha pasión.

Pasar del rol de investigadora a emprendedora fue un gran desafío. Renata nos cuenta que toma la decisión, en primer lugar, como un desafío personal y profesional, “necesitaba tener un contacto más directo con problemas que realmente me preocupan, como por ejemplo la pérdida de biodiversidad y el avance prácticamente indiscriminado de la agricultura, sin una planificación o análisis de impacto previo”.

Sin embargo, comenta que fueron los resultados disruptivos alcanzados en las investigaciones los que consolidaron su decisión de crear Infira. “Encontramos que lograr este cambio en el ciclo de vida de los cultivos anuales, que hoy ocupan el 70% de la superficie de nuestro planeta, podría ser muy beneficioso en cuestiones de mitigar el impacto ambiental y social, que tiene hoy la agricultura”.

Una vez que Renata decide emprender este desafío, comprende que necesita crear un equipo interdisciplinario para llevar adelante una EBCT. En este sentido, vuelve a apoyarse en lo que es natural en ella: comprender la diversidad; aquella que debe tener su equipo para llevar adelante la empresa. Aquí se suman quienes son hoy las co-fundadoras de Infira María Victoria Nagel y Cecilia Arolfo.

Renata resalta el importante rol que cumplieron en el proceso de creación y consolidación de la empresa, en sus palabras: “ellas fueron las que hicieron posible Infira. Victoria tiene amplia trayectoria en asesoramiento a empresas de base tecnológica y Cecilia tiene experiencia empresarial y comercial”.  Las tres forman hoy un equipo dinámico y diverso, con roles bien definidos y apoyadas por un ecosistema único de instituciones que les permiten avanzar con cuestiones claves como la estrategia de protección del conocimiento, el desarrollo del modelo de negocios y la continuidad de las investigaciones que les permiten validar su tecnología.

En esta diversidad, Infira encuentra su día a día. “Tenemos reuniones semanales en las que hacemos seguimiento, orden o toma de decisiones sobre cosas que requieren que estemos las tres. Después, cada una asume tareas y las va ejecutando, ahí es donde priorizamos el perfil y el rol que tiene cada una dentro de Infira” agrega Victoria. La confianza en el rol que cada una ocupa es fundamental y les permite abordar sus objetivos con eficiencia y, como las tres acuerdan, siempre con mucha pasión.

Cuando preguntamos por el futuro, Infira habla de su  su misión. Las socias acuerdan en que esperan que su empresa, basada en una tecnología disruptiva que pone en valor la diversidad, pueda participar (y por qué no liderar) el cambio cultural que se comienza a gestar en el sector, y que se espera se convierta en un movimiento de transición hacia una agricultura competitiva  y sostenible.