“¡Un gran disparate!” – con esta simple frase, y entre risas, Gustavo Sosa, comienza a contar la historia de Inbioar, la empresa biotecnológica que pone a disposición del agro, productos de origen natural para protección de cultivos. Se define así mismo como “un recolector de plantas en lugares inhóspitos”, comenzando por Argentina, recorriendo el impenetrable Chaco y numerosas banquinas a la vera de rutas y caminos rurales. Hoy ese recorrido es global, en aquellos lugares donde no llegan los turistas, Inbioar encuentra lo más preciado para su desarrollo: las malezas.
Dicen que un rasgo que distingue al científico es su curiosidad, y en el caso de Gustavo, esto no es la excepción. Comprendiendo la biodiversidad y la sabiduría que se encuentra en los ecosistemas, se preguntó qué lleva a algunas plantas a sobrevivir mientras que otras perecen. Las malezas resultaron de particular interés, dado que son capaces de soportar altos niveles de “estrés” en su entorno: altas temperaturas, escasa agua o resguardo del clima.
El estudio de una gran variedad de malezas, presentes en los rincones más inhóspitos del planeta, finaliza en un descubrimiento de gran valor. Los principios activos presentes en muchas de estas malezas pueden, o bien funcionar como herbicidas naturales, o bien como fungicidas, brindando al cultivo la resistencia suficiente para que la plaga no lo ataque. Estas malezas, antes sin utilidad aparente, hoy pueden proteger la producción agropecuaria de forma natural y, por consecuencia, la salud de las personas, impulsando el desarrollo sostenible de la industria.
En el siguiente video, vemos en acción un principio activo “PRK”, actuando con efecto herbicida en la maleza Ipomoea, normalmente presente en varios cultivos:
Ahora bien, en muchos casos, este gran descubrimiento podría quedarse en el laboratorio, el sitio más cómodo para el científico, compartiendo este conocimiento con su comunidad. Sin embargo, Gustavo no es solo un hombre de ciencia, posee un espíritu emprendedor que lo impulsó a salir de su zona de confort y desarrollar una empresa basada en ciencia, capaz de hacer llegar su descubrimiento (y el impacto que genera) a cada rincón del planeta.
Así nace Inbioar, “este gran disparate” hoy, es una empresa que comprende el valor de la ciencia como motor del desarrollo. Su visión única de la biodiversidad como un todo, sin fronteras, inspiró un modelo de negocios basado en transferencia tecnológica que crea valor en cada país en el cual trabaja, a la vez que brinda soluciones globales a problemáticas locales. En cada país donde se realizan hallazgos fundamentales, Inbioar trabaja en articulación con socios locales, creando nuevas empresas o joint ventures, que alimentan lo que Gustavo denomina “una biblioteca global de principios activos”, que pueden ser utilizados en la protección de cultivos en todo el mundo.
Inbioar comprende el valor de la ciencia para el ecosistema emprendedor. En palabras de Gustavo “La ciencia hace naturalmente negocios globales”. La visión de la creación de conocimiento como fundamental para el desarrollo de la comunidad internacional, y la vocación del científico de afrontar los obstáculos con aprendizajes, son ejes fundamentales para la creación de empresas como Inbioar, que brindan soluciones a problemáticas globales e impulsan el desarrollo sostenible.
El camino del laboratorio al mercado no es sencillo. Sin embargo, Gustavo está convencido de que los científicos están preparados para recorrerlo. “Crear relaciones de confianza con los actores principales del ecosistema emprendedor, como los inversores, es fundamental para ello”. Pero, por sobre todo, invita a sus colegas a animarse, a llevar ese conocimiento más allá del laboratorio, acercarlo a las personas para impactar en su calidad de vida y en el desarrollo de toda la humanidad, después de todo, ese es el objetivo de la ciencia.